Con
el paso del tiempo las obras de arte van cambiando de aspecto debido a
su “madurez”, pero hay ciertos restauradores y expertos en arte que ven
el máximo atractivo en hacer que dichas obras tengan el aspecto más
parecido del que debía tener cuando su autor estampó su firma en el
lienzo.
En eso mismo debieron pensar los responsables de la restauración del cuadro de Da Vinci La Virgen con el Niño
Jesús y Santa Ana, que en un desbordante ardor por traer a su juventud
al lienzo se pasaron con los disolventes y retoques realizados.
El
cuadro empezado a pintar por Da Vinci en el 1503 y que nunca fue
acabado, ha ido cambiando de manos durante sus siglos de vida hasta su
compra por el Louvre en 1810. En el 2011 los principales responsables
del museo decidieron pasarlo por la sala de restauración y hacerle un
lavado de cara de manos de un grupo de restauradores liderados por
Cinzia Pasquali. En un principio, según la misma Pasquali se quería
“recuperar la transparencia en el rostro de Santa Ana” y aclarar la
totalidad del óleo debido a la opacidad de sus barnices por el paso del
tiempo y las sucesivas capas de anteriores retoques. La sorpresa llegó
meses después cuando dos miembros –uno de ellos la misma Paquali-
dimitieron al admitir que la restauración se había desmadrado.
En
marzo del 2012 el cuadro fue expuesto al público por primera vez después
de sus retoques, los expertos no tardaron en dividirse, desde los que
aplauden el resultado a los que alegan que se ha manoseado y sacado
demasiado brillo.
Lo que queda claro es que para gustos los colores
(más o menos vivos). Eso sí, la siguiente en la lista de restauraciones
era la Mona Lisa, que por ahora queda en el aire, no vaya a ser que la
sonrisa más enigmática de la historia se convierta en las lágrimas más
amargas del arte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario